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Feels like I’m falling in love: Coldplay en lengua de señas

Cómo “Feels Like I’m Falling in Love” de la banda británica Coldplay está redefiniendo la inclusión en la música.

El pasado mes de junio, hubo un nuevo lanzamiento de la banda inglesa Coldplay. Este sencillo, titulado “Feels like I’m falling in love” del nuevo álbum Moon Music, ya cuenta con más de ocho millones de reproducciones.

Su vídeo tiene un excelente detalle: cuenta con la interpretación en lengua de señas americana por parte de Natasha Ofili, además de la participación de los miembros sordos de la sección de lengua de señas venezolana (LSV) del coro Manos Blancas del Sistema Venezuela.

La banda ya había incorporado en sus conciertos tecnología con chalecos sensoriales que sincronizan la música de los instrumentos y la vibración de acuerdo con el ritmo, lo cual permite ‘sentir’ la música. Como complemento, están los intérpretes de señas para que disfruten de la letra.

Aunque ya hay artistas que han incluido en sus recitales a estos intérpretes, se podría decir que el nuevo sencillo de Coldplay pone en ejercicio lo que verdaderamente significa la palabra ‘inclusión’, no solo porque acerca al no oyente al sentir de la música, sino porque también acerca al oyente al sentir de la comunicación mediante las señas.

Recordemos un poco sobre la historia de la lengua de señas: según algunos textos, esta ‘nació’ a comienzos del siglo XVI en el monasterio de los monjes españoles de la orden benedictina, ya que por sus votos de silencio se comunicaban por medio de signos manuales. Sería el monje Don Pedro Ponce de León (1506-1584) quien decidió usar este sistema con los niños sordos. Luego, en el siglo XVII, el monje Don Manuel Ramírez de Carrión, usando esa pedagogía, instruía a los niños para prepararlos y posteriormente integrarlos a la sociedad.

En 1620, Juan Pablo Bonet desarrolló un alfabeto demostrativo donde cada letra se expresa mediante una figura hecha con la mano derecha (parecido al actual sistema). Este estaba inspirado en la mano aretina o musical, desarrollada por un monje italiano, la cual servía para ayudar a los cantantes a leer a primera vista las notas musicales.

Para el año 1760, el sacerdote francés Charles-Michel de L’Épée desarrolló un método educativo más completo para sordomudos, en donde además de añadir signos de su invención, también incluyó signos metódicos para expresar elementos gramaticales como las preposiciones. Es por medio de su novedoso sistema que propuso que se le considerase como lengua propiamente dicha, ya que tiene específicamente una estructura particular.

Numerosos de sus discípulos fundaron escuelas de sordomudos en varios países europeos, llegando al punto en que cada territorio cuenta con su propia lengua de señas desarrollada de acuerdo con su cultura. Es por esto que no existe una lengua universal.

La verdadera inclusión consiste en establecer puentes de comunicación para que ninguno quede excluido y pueda expresar su opinión, su pensamiento y su sentimiento, no en arruinar la gramática agregando letras o vocales no correspondientes al vocabulario.

Sería bueno seguir acortando esos puentes si nosotros aprendiéramos un poco de lengua de señas y braille.

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