Cada 2 de febrero, la Candelaria une lo religioso con lo festivo. Con raíces en la fe católica y herencia prehispánica, este día se celebra vistiendo al Niño Dios y compartiendo tamales, un ritual que perdura y emociona.
Uno de los errores más comunes que cometemos en año nuevo es hacer doce promesas de las que bien sabemos solo cumpliremos una o dos, que si este año pago el adeudo del Elektra, que si este año prometo dejar de fumar, y la más chula de todas, que si la última y nos vamos. Sin embargo, de todas, la primera que rompemos es la de la dieta, y cómo no, si desde que nos sale el niño de la rosca de reyes; ya sabemos que se vendrá una buena comilona el 2 de febrero. Pero, ¿de dónde viene esta tradición?
Origen religioso de la Candelaria
El día de la Candelaria surge en la tradición católica. Según los evangelios, el Niño Jesús fue presentado en el templo de Jerusalén, mientras la Virgen María cumplía con el rito de purificación después del parto. Este episodio dio origen a una celebración conocida inicialmente como la Fiesta del Encuentro, extendida en Oriente y más tarde en Europa.
Con la colonización, la festividad fue traída a América por emigrantes de las Islas Canarias. Desde entonces, cada 2 de febrero se celebra no solo en México, sino también en países como Cuba, Perú, Chile y El Salvador, con variaciones en los ritos pero con un mismo propósito: honrar la luz y agradecer la vida. En algunos de estos lugares, las festividades duran varios días, con procesiones, música y encuentros comunitarios.

La Candelaria en México: entre fe y gastronomía
En México, la Candelaria adquirió un sentido propio al fusionarse con tradiciones prehispánicas. Antiguamente, comunidades indígenas llevaban elotes crudos a bendecir, pidiendo un ciclo agrícola abundante. Esta costumbre se unió a la celebración católica, creando un sincretismo que ha perdurado por siglos.
Hoy en día, además de vestir al Niño Dios con atuendos que usará durante el año, las familias se reúnen para degustar tamales y atole. El vínculo con la Rosca de Reyes también es parte esencial: quien encuentra al Niño en su rebanada debe invitar los tamales el 2 de febrero.

La variedad de tamales es inmensa: desde los clásicos de verde, mole y rajas, hasta los de dulce, zarzamora con queso crema, chocolate o cajeta. En algunas regiones, como Oaxaca, predominan los tamales envueltos en hoja de plátano, mientras que en la Ciudad de México y otros estados se prefieren en hoja de maíz.

Variantes de la celebración en Latinoamérica
Aunque la Candelaria en México está marcada por los tamales, en otros países las expresiones culturales son diferentes:
- Perú: La Fiesta de la Virgen de la Candelaria en Puno es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Incluye danzas, música y procesiones multitudinarias.
- Bolivia: También se rinde homenaje a la Virgen con bailes folclóricos y misas solemnes.
- Cuba y El Salvador: Se realizan celebraciones religiosas acompañadas de música tradicional y ferias populares.
Estas variaciones demuestran cómo una misma festividad puede adquirir matices distintos según la región, manteniendo su esencia pero adaptándose a las costumbres locales.

San Juan de los Lagos: la gran peregrinación
En México, uno de los festejos más emotivos de la Candelaria ocurre en San Juan de los Lagos, Jalisco, donde miles de fieles realizan peregrinaciones para agradecer a la Virgen.
Los danzantes chichimecas, conocidos como Concheros, llenan de música y color las calles. Con sus trajes, cánticos y movimientos rituales, crean un ambiente de devoción que perdura durante horas. Esta expresión cultural no solo es una muestra de fe, sino también un ejemplo del mestizaje de tradiciones que caracteriza a México.

La fuerza de la tradición
La Candelaria es un ejemplo de cómo las celebraciones religiosas pueden transformarse en rituales sociales y gastronómicos que trascienden generaciones. No se trata únicamente de un día de fe, sino de un momento en el que la comunidad se reúne para compartir, agradecer y mantener vivas las costumbres.
Cada tamal preparado, cada Niño Dios vestido y cada familia reunida en la mesa son símbolos de una tradición que resiste al paso del tiempo y que sigue renovándose.
Más allá del calendario litúrgico, la Candelaria representa un lazo entre pasado y presente. Es la memoria de nuestros abuelos preparando tamales, la ilusión de los niños al vestir al Niño Dios y la fuerza de una costumbre que nos une. Más que una fecha, el 2 de febrero es un recordatorio poderoso de que la tradición vive mientras la compartimos.
AVISO OPORTUNO:
Se visten Niños Dios