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Psycho: La historia de un asesino

“Psycho” es una de las cintas más aclamadas de Alfred Hitchcock, pero entre el terror, la censura, la innovación y la realidad, hay más que eso.

Todos, o casi todos, conocen la cinta “Psycho”, que se ha ganado un hueco en la cultura popular por ser no solo el filme que dio a su creador, Alfred Hitchcock, la oportunidad de volver a figurar como un importante director, sino también por ser un punto y aparte en el cine de suspenso.

Psycho
“Psycho”, Diseño: Macario Gómez Quibus. Paramount Pictures.

Detrás de la historia: Un criminal

Ed Gein fue un asesino serial y profanador de tumbas que estuvo involucrado en el homicidio de una mujer. Dicho asesinato, gracias a las investigaciones policiales al respecto, fue el que ayudó a dar con su paradero y su posterior captura.

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Ed Bein. Foto: Archivo Bettmann.

Cuando los investigadores llegaron a su domicilio, se encontraron ante el hecho de que Ed Gein no era un aficionado de la sangre, sino un criminal calificado que resguardaba en su casa varios cuerpos. Este hombre tenía asientos tapizados de piel humana, así como calaveras que le servían de platos, tazones y ceniceros. Se encontraron, además, un cinturón hecho de pezones, unas viseras que estaban refrigeradas en su cocina y un cuerpo decapitado, entre otras cosas.

Ed Gein fue internado en un manicomio, y fue este hombre quien inspiró a Robert Bloch para escribir su novela “Psycho”, lanzada en 1959 y de la cual Alfred Hitchcock haría su posterior adaptación cinematográfica.

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Robert Bloch, autor de la novela “Psycho”.

Hacer mucho con poco: La producción y la censura

Una vez terminado el guion para la película, escrito por Alfred y Joe Stefano, se encontraron con una complicación de escala mayor: Paramount no quiso producir el largometraje, ya que lo consideraba repugnante y extremadamente obsceno. Y si bien, sí terminó produciéndola, obligaron al director a hacer mucho con poco, reduciéndole el presupuesto de manera drástica.

Psycho
Alfred Hitchcock durante el rodaje de “Psycho”. Foto: The Guardian.

Tal fue la maestría de Hitchcock, que para ahorrar dinero, rodó la película con el equipo que tenía de su programa de televisión, incluyendo a su director de fotografía, sus camarógrafos y sus etcéteras. Empleó además la imagen en blanco y negro, ya que entonces salía más caro producir cintas a color (ahora es al revés) y utilizó escenografías de otras producciones.

Lamentablemente, la cinta fue víctima de la censura, pero Alfred ignoró todos los lineamientos. Entre las cosas que censuraron estaban escenas con alta referencia sexual y extrema violencia, mismas que quedaron incluidas porque los censores no asistieron a la cita en que se presentaría la cinta con los cortes necesarios.

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Anthony Perkins encarnó al asesino Norman Bates.

Otras cosas que alertaron fueron que jamás en el cine o la televisión se había mostrado un retrete (lo sé, ahora parece estúpido, pero en aquel entonces era causa de revuelo), ni se había visto la palabra “travesti” en los créditos finales. Esto último también fue incluido desde que se le mostró a uno de los censores el significado de la palabra travesti que venía en un diccionario (hasta yo les hubiese llamado ignorantes a los censores).

Finalmente, la innovación en aspectos como estos, que ahora nos parecen normales (a algunos), rompieron muchos tabúes sobre cosas como ver a unos amantes en la misma cama, mujeres en brasier, palabras que significan más de lo que la gente cree y, por supuesto, retretes.

La escena del baño

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Hablando de retretes, la escena más emblemática de la cinta merece también su propio apartado. Simplemente todos la recuerdan, incluso quienes no han visto la peli.

Esta escena, a pesar de sus cortos tres minutos, cuenta con más de 70 tomas y 50 encuadres diferentes. (Las tomas son las veces que se graba una cosa y los encuadres son lo que aparece en el campo visual. Por ejemplo: Toma 1: el cuchillo apuñala a la mujer. Toma 2: La mujer gritando. Toma 3: La mujer gritando bien, porque en la toma anterior se le fue un gallo. Toma 4: La sangre escurriendo).

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La famosa canción de esta escena es el chillido de violines, violonchelos y violas. La compuso Bernand Herrman y tiene el título de “The Murder”, por la cual el director le aumentó casi al doble el sueldo. Por otra parte, el efecto foley del asesinato es un efecto de sonido creado con un cuchillo apuñalando un melón. (Efecto foley es en el cine el efecto de sonido creado en un estudio).

Entre otras cosas, y para que ya no se aburran, cabe resaltar que Janet Leigh, la actriz que protagoniza esta escena, se encerraba en el baño y se aseguraba de estar sola cada vez que se bañaba desde que vio la película.

El estreno

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Hubo largas filas de gente deseando ver la cinta. Imagen del DeMille Theater.

A pesar de que no ganó ni un solo Oscar, el filme se estrenó el 16 de junio de 1960 en Estados Unidos. Se llevó un Globo de Oro a mejor actriz de reparto para Janet Leigh y un Edgar Allan Poe para Joe Stefano por su guion. Desde entonces, tras la muerte de su director, y porque la idea es ganar plata, se han lanzado tres secuelas, un remake, una serie de televisión y otros chunches.

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Alberto Perea

Melómano por herencia; bailarín frustrado y con dos pies izquierdos; un vago sin remedio; escritor de dudosa calidad; redactor que olvida comas y acentos; baterista hasta cuatro compases; poetastro (de esos que apestan); cantante de regadera; director de cine y teatro en sus sueños; Pero eso si, a toda madre el vato.

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