Una rana que cruzó la frontera. Una banda que toca música escandalosa y dulces melodías, una frontera que se disuelve y se convierte en música, así es La Catrina.
A finales de los años noventa, cuando la escena musical mexicana fue influenciada por la fusión de ritmos entre el rock, folk, ritmos caribeños y electrónica, irrumpieron en la música diversos grupos de Monterrey denominados “la Avanzada regia”, renovando y refrescando la escena musical, la crítica y melómanos se aventuraron masivamente a escuchar con morbo aquellas emergentes bandas provenientes del Norte, cansadas de los ritmos tradicionales de míticas bandas nacidas en el Centro del País con muchos álbumes y años de trayectoria, captando aquellos ritmos nacientes y con propuestas originales retumbando fuertemente en ese entonces en la todavía indispensable radiodifusora.
Pero lejos de la brillante generación surgida desde Monterrey que valió considerar a esa región como la nueva cuna de la revolución musical en la década de los noventas. Lejos de esa frontera y en esa misma época de todo lo que sonara a Monterrey tuviera mayor difusión que el resto de las bandas con propuestas interesantes y decentes, a la par de aquellas surgidas desde el Cerro de la Silla, nació en la Ciudad de México en 1998 una banda liderada por René Hubard en la voz, Gabriel Valencia, Víctor Barrera, Jaime Ortega y la participación de Phillip Watson y Efraín Arditti, denominado La Catrina.
Es imprescindible diseccionar la música de La Catrina y valorar su herencia armoniosa y sofisticada que deberá colocarse en el lugar que ocupan las obras de arte del siglo XX.
La Catrina
“La muerte es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”– José Guadalupe Posada
La Catrina como imagen satírica es una figura artística creada por el mexicano José Guadalupe Posadas, que tuvo su origen como una forma de manifestar el descontento social durante la época pre-revolucionaria, esa imagen burlona que actualmente se ha retratado como ícono popular de la cultura mexicana que refleja la irreverencia, la burla ante la muerte, la sátira, así con esa misma definición podría acreditárselo al grupo La Catrina (2000).
La Catrina es una banda mexicana revolucionaria, irreverente, icónica y satírica, cuya música no ha podido catalogarse o definirse, pues al mismo tiempo que toca danzón y rock, fluye entre sus notas canciones que inician con un bonito mariachi y terminan con un fuerte y potente folk, se notan sus influencias de bandas míticas como Café Tacuba, Maldita Vecindad, Celtas cortos, The Porgues, Nick Cave, con tintes muy mexicanos como el mariachi, blues, folclore nacional y una fusión de humor a sus letras.
A través de su página web el creador y exvocalista del proyecto La Catrina -René Hubard-, menciona que su estilo se acerca más al “mexican bluegrass, irish mariachi y alternative folk”.
Con esa fusión de ritmos e influencias, teniendo el precedente que habían traído a la palestra grupos como El Gran Silencio, Ozomatli, Puya, Los Auténticos Decadentes, Plastilina Mosh, por mencionar algunos, captó la atención de la disquera Warner Music México, firmando un contrato para editar un disco de estudio que salió al mercado al finales del año 2000.
A pesar de que recibió buena aceptación y excelentes críticas, no tuvo la difusión esperada y en el año 2002 se desintegró la banda, hoy en los círculos más underground y legiones de fanáticos de antaño los recuerdan como una de las bandas más innovadoras y sofisticadas de la música mexicana, considerándola en la actualidad una banda de culto.
René Hubard se mudó a Brooklyn NY desde el año 2002 y ahora lidera un nuevo proyecto musical denominado “Rana Santacruz” que también vale la pena escuchar pues proviene de las influencias musicales que contribuyó a crearse La Catrina como banda.
“Esta historia puede resultar conocida: un talentoso músico deja su hogar y se dirige a Brooklyn, la meca de la música. Se encuentra con una comunidad de artistas con mentalidades similares y acaba por reinventar las raíces de la música mexicana”.
La última obra maestra del siglo XX
La Catrina, un disco bajo el sello Warner con 11 canciones, que elevaron a la música a límites brillantes de ejecución, sofisticada, elegante y humorística. Este disco que lleva el nombre de la banda, colocó su música como un ícono de lo mexicano con fusión de ritmos auxiliándose de instrumentos que parecían forjados para otros géneros.
La Catrina no solo les dio un lugar privilegiado en las canciones del disco, sino que, dotó a esos instrumentos de mexicanidad y a la vez de un enfoque universal de la música, sin ser intencional, o tal vez si, inició la globalización de la música a través de la fusión y la experimentación de ritmos.
Recorriendo los temas del disco:
“Tacho el Gacho”
El primer track del disco nos transporta a la época de la revolución mexicana, narra la historia ficticia de un Charro apodado Tacho el Gacho, que combina lo mexicano a través del humor con lo que se consideraba macho, el valor y las mujeres.
Es una oda satírica y burlona acerca de un macho que todos querían matar pero ninguno pudo, hasta que una de sus mujeres se sintió engañada y lo tuvo que asesinar. La canción comienza con un preludio de trompetas como si fuera un mariachi en pleno Garibaldi, la voz de René Hubard canta en primer plano como si se tratara de un corrido de la revolución, concluyendo con un graciosísimo estribillo que podría trascender en una copla de guerra:
Ay Tacho, a toda su capillita le llega su fiestecita
y es que una que se lo creyó, al ver que este le mintió de un tiro se lo quebró.
La apertura del disco, es sin lugar a dudas el mejor que podrías imaginar y te hará querer escuchar más, sorprendiéndote en cada nota.
“Cucharachas”
Uno de sus sencillos. Apela por la fobia hacia estos insectos.
La pisas y la pisas y se vuelve a levantar, la aplastas y la aplastas y se vuelve a levantar, apachurrar no es suficiente, se empiezan a trepar… Endemoniadas.
La canción comienza con una alegra armonía como polka de los años veinte en los cabarets, te transporta a esa época de parafernalia nocturna y no sé si yo sea el único que me viene a la mente “Moulin Rouge” la canción como otras del disco, cambia los tonos, los instrumentos de un piano, insertar un violín a mitad de la melodía, si a este nivel de la canción no estás bailando, ponte de pie con la siguiente.
“El Chicote”
Su sencillo más popular y elogiado, estuvo en el soundtrack de la película “Por la Libre”. Que habla con su peculiar estilo de humor sobre el deseo y el sado.
La melodía es un alegre mariachi de fondo, parece una fiesta en 3.37 minutos que dura la canción, quizá, sea la canción musicalmente más sencilla y a la vez más pegajosa del disco, sin duda te hará repetir el coro con todo y su “prrrr” al inicio de cada estribillo.
Ay mi chiquirriqui, chiquirriquichiquitica, soy tu rico chicotito soy tu rico chicotón
Dices que si, dices que no, dices que no quieres, que si quieres, que ya no, chiquitita no me tientes a romperte el corazón.
“Frío”
En lo personal, mi canción favorita del disco. Habla sobre la ausencia. Una bonita balada con letra poética. Cadenciosa y romántica. Donde mejor suena la voz de René Hubard. Resalta el violín que dota a la canción de solemnidad. Una rola brillante, ejecutada con maestría y gracia. Indispensable.
En el frío esperando tu voz
Y no me importa si yo estoy congelándome hoy
Y no me importa si no hay sol y si tiemblo de amor
“La Catrina”
Canción que da nombre al disco y a la banda. Inicia como un juego de instrumentos alternándose entre trompetas y percusiones. Una satírica melodía que juega a manera de calaveritas del día de muertos, sobre la muerte y burlona, el autor, reflexiona sobre el papel de la catrina en las muertes de quienes toman manejando, diciendo groserías o incluso portándose mal siendo niños.
La Catrina ya está aquí moviendo todos los huesos
No molestes, vete al diablo, ay ya lárgate a otro lugar
No te acerques, no me quieras llevar
Ya no insistas, vete, déjame en paz
Delicioso tema y portentoso en el manejo del folclor nacional.
“Milagritos”
Una canción que inicia con ukelele, como si fuera un himno sureño, a través de un órgano de fondo en acordes festivos y conforme avanza se va llenando de instrumentos hasta lograr el clímax de la armonía.
Olvidate del mal de ojo
Te voy a dar tu mal de amor
Destruye tu colguije rojo
Y tu patita de algodón
Guarda tu guizo de toloache
Guarda tu te de calcetín
Habla sobre las supersticiones en el amor, los amarres, el mal de ojo, y como la química más poderosa es simplemente la que hay entre dos personas que se gustan naturalmente, temas muy mexicanos que con cierta ironía maneja la banda y que se adapta perfectamente a ese armonioso conglomerado de instrumentos, que logran el milagrito, si no sueles bailar, de hacerte mover las piernas a ritmo de La Catrina.
“Noche Serena”
Inicia con un preludio, un tango de arrabal. Con todo y castañuelas. Que es una poesía, una metáfora entre el cantante dialogando con la noche pidiendo que le conceda el honor de estar con su gran amor y se despedirá.
“Clarita”
Una canción con tintes más mexicanos ya que retoma el mariachi como lo hizo en “Tacho el Gacho” y retrata otra historia ahora de Clarita que es el centro de atención por ser la más bonita, recordando un poco, aquella tradición de que la belleza mexicana es la más admirada en el mundo, sin duda, solo es una canción, no se trata de un examen psicológico ni una oda al acoso. Es más que nada un reflejo de la realidad social que se vivía en la época que fue escrita.
“El Fin del Mundo”
La canción más potente del disco, un poco oscura en su temática que se adapta por su armonía más acertada de rock, funk y ska-punk. Como el título lo dice, habla simplemente sobre el fin del mundo mientras una pareja lo está viviendo. Como el resto del disco, crea imágenes sobre la música, demonios bailando, la tierra rugiendo, mujeres llorando y la más grande preocupación de los amantes, ¿Te recordaré si me vuelves a ver?.
“El Cajón”
Una sofisticada melodía muy simbólica. Muy al estilo de los años cincuenta, mezcla de bosa nova y música de cabaret sin dejar a un lado el funk y el ska. La letra simplemente es demasiada abstracta para darle un significado. “Quiero comer estrellas con limón, contigo adentro del cajón” ¿En serio? Aunque admito, la melodía es bastante buena como todo el disco.
“Noche de Perros”
Último track. Me parece la canción más graciosa e hilarante de todo el disco. Que inicia como una bonita balada y termina como una canción de mariachi con un interludio para empezar el estribillo:
“Y cuando el perro me ladra y me ladra no puedo dejar de pensar, que por más que tu cara parezca de tul, un perro es más noble que tú”.
Retomando la fiesta musical como una fusión de rock, funk, mariachi, ska y una letra irónica que le canta a alguien que no es muy noble. Y los aullidos de perros en el fondo de la canción que no cesan, entregan una rola muy simpática e irónica.
Así termina uno de los mejores discos del siglo XX, una obra maestra de la música, un disco incomprensible en su momento pero indispensable para todo melomaniaco, de raices mexicanas pero con influencias musicales de clase mundial, necesitarás escuchar más de una vez para disfrutar plenamente todos los ritmos que nos regala La Catrina y al menos en tu próxima Playlist incluirás una o varias canciones.
Aunque se encuentra descatalogado actualmente, puedes escuchar el disco completo desde la página oficial de Rana Santacruz.
De paso checa el nuevo proyecto musical de René Hubard -Rana Santacruz- el más reciente disco publicado en 2015.
Pero algo como La Catrina no volverás a escuchar jamás y es una verdadera lástima, porque fue uno de los grandes revolucionarios e innovadores de la música mexicana y precursores de un estilo que hasta hoy, dieciocho años después, no se ha podido definir.
Recomiendo:
“El chicote”
“Frío”
“La catrina”
“Noche de perros”
“El fin del mundo”