Ozzy Osbourne estrenó en febrero de 2020 su duodécimo disco como solista, que lleva por título “Ordinary Man”. Es quizá su disco más personal y triste. En él, Osbourne hace una declaración ante el mundo sobre lo que siente, sorprendido de que aún esté vivo.
Desde su carrera como solista, Ozzy explora con su estilo la muerte, la vida y sus sentimientos personales sobre la soledad, las obsesiones y las confesiones.
“Ordinary Man” es una declaración, un testamento de todos sus años como artista, pero visto por sí mismo como un hombre común, como indica el título del álbum.
Según Michael Hann de The Guardian, este álbum es una elegía para Osbourne, y tiene razón. Todo el álbum es una exploración de la tragedia de vivir y de las ansias de morir.
Obsesión por la muerte
Desde que nos arrastra al infierno en “Straight to Hell”, la primera canción del disco, se inicia un descenso. A diferencia de “Facing Hell”, donde aún guardaba una esperanza, aquí se percibe una absoluta decadencia y resignación.
A pesar de sus dudas existenciales y de su vida incompleta, parece estar resignado a la muerte y esperarla. Sin embargo, también se cuestiona y busca respuestas, aunque el camino hacia su destino no sea agradable.
Como expresa en “All my Life”:
Heaven can take me
Ozzy Osbourne.
But no one can save me from hell again
You’ll never erase me
I’m back on the road again
Teniendo su muerte como único desenlace pero persiguiendo a la muerte en completa soledad, declara en esta canción del álbum, pero afirma en “Goodbye”, “Rigth now, I wanna die, so it’s goodbye, (bye bye)”.
La canción que le da nombre al disco es triste pero poética, con la participación de Elton John. Arranca confesando:
“I was unprepared for fame, Then everybody knew my name, No more lonely nights, it’s all for you”.
Y como en “All My Life”, que se resigna a la soledad y a transitar su vida en abandono, pero Osbourne además ya desnudo con el alma expuesta prosigue:
Don’t forget me as the colors fade, When the lights go down, It’s just an empty stage.
And the truth is I don’t wanna die an ordinary man
Ozzy Osbourne.
I’ve made momma cry
Don’t know why I’m still alive
Yes, the truth is I don’t wanna die an ordinary man
Tristeza, poesía y tragedia
A pesar de que en momentos resalta la extravagancia de Ozzy Osbourne, como en “Eat Me”, “Scary Little Green Man” e “It’s a Raid”, recordando al líder de Black Sabbath que comía murciélagos en conciertos, la mayor grandeza del disco radica en las canciones emotivas. Líricamente, es trágico, abismal, profundamente triste y resignado. Musicalmente es variado, con rock melancólico, indicios de metal y hard rock.
Podría haber concluido con “Holy for Tonight” y su verso final: “What will I think of when I speak my final words?”, cerrando su testimonio con un epílogo que indica: “Ya quiero morir, estoy solo y voy al infierno”.
Incluso con la desconcertante “It’s a Raid” con Post Malone, podría considerarse un gran álbum, ya que se trata de Ozzy Osbourne, una leyenda viviente del género del metal y un icono de Black Sabbath.
Sin embargo, es un disco irregular que no alcanza a ser brillante ni genialmente creativo, a pesar del intento en “It’s a Raid” y “Take What You Want” con Travis Scott.
“Ordinary Man” es un disco musicalmente discreto, líricamente honesto y directo, pero lejos de ser memorable. Tiene algunas canciones decentes, pero su calidad es bastante dispar, siendo disfrutable pero sin lograr la majestuosidad que logró con Black Sabbath o en algún otro trabajo anterior.