“Driving Miss Daisy” es una película de 1989 con una hermosa narrativa que exalta valores de humildad, trabajo, amistad, confianza y familia, ante la inexorable marcha del tiempo y cómo éste transforma nuestra visión del mundo que permanece inmóvil.
Sinopsis
Miss Daisy (Jessica Tandy) es una antipática y autoritaria profesora jubilada de 72 años. Tras sufrir un accidente conduciendo su coche, su hijo (Dan Aykroyd), temiendo por la vida de su madre, contrata a un chófer negro (Morgan Freeman) para que la lleve de paseo. Al principio, la desconfianza de la anciana respecto al tranquilo conductor es absoluta.
Generalidades de “Driving Miss Daisy”
La película se posicionó como una de las más importantes desde su exhibición en 1989 bajo la dirección de Bruce Beresford, basado en la obra de Alfred Uhry quien adaptó el guión, siempre es atractivo que se mantenga la fidelidad y a la vez la visión del creador, con la extraordinaria música de Hans Zimmer, multipremiado y con muchas nominaciones en los Óscar, que sobresale con “song to the moon” de la Ópera 114 Rusalka.
Destacan 9 nominaciones al Oscar en 1989, se llevó 4 incluida mejor película, mejor actriz, guión adaptado y maquillaje.
Ganadora de dos globos de Oro, destacada como mejor película por el National Board of Review, El Oso de Plata en el festival de Berlín en 1990, mejor actriz en los premios BAFTA y 4 nominaciones, mejor actriz extranjera en los premios David di Donatello, Mejor película para el Sindicato de Productores y mejor Guion por el Sindicato de guionistas. A todo esto se le suman notables críticas que la elevan a las dimensiones de grandeza cinematográfica y de estilo.
¿Es recomendable?
Si nos narra una historia que ya ha sido contada muchas otras veces, que consiste en un personaje antipático, desagradable que llega a convivir con un personaje totalmente opuesto, y el final parece predecible. Peliculas como “Intouchables” del 2011 dirigida por Olivier Nakache y Eric Toledano de origen francesa, “Gran Torino” de Clint Eastwood, incluso se apega al tono infantil e ingenuo de “Kolya” película checa de 1996 ganadora al Oscar por mejor película extranjera. “On The Pond” por ejemplo que se acerca a las limitaciones y variaciones con “Driving Miss Daisy“, especialmente “The Magic of Belle Isle (Summer at Dog Dave’s)” de Rob Reiner y también protagonizada por Morgan Freeman, otra película con una narrativa muy similar es “Terms Of Endearment” y es que en ambas no sólo persisten los lazos familiares y el transcurso del tiempo, si no que su narrativa visual se asemeja demasiado.
Con tantas películas en el mismo tono es difícil que “Driving Miss Daisy” nos sorprenda con ese tono sobrio, visualmente discreto, hasta cierto punto profundo, humano e impecable.
Debo reconocer que adentrarme en la película con una sinopsis tan escueta y tan genérica, me ha costado un poco interesarme; hasta que llega un punto, que la misma cinta te va guiando hasta encontrar dentro de ti, una pequeñísima emoción entera que te arranca las lágrimas y te acongoja el pecho, te sientes miserable, pero te liberas por las particularidades de la cinta que navega entre la bondad, la humildad, la emotividad y la fuerza.
Mi opinión
Una de las cosas buenas que tiene la película es su lenguaje narrativo; nos enseña y guía desde la perspectiva natural del tiempo, el avance y el deterioro que sufren los personajes centrales, dando grandes saltos de tiempo de momento en momento, lo que puede resultar confuso, ya que el director no hace alguna pausa, no hay elementos que condicionen la línea del tiempo, hasta que vemos la nueva apariencia de nuestros personajes centrales, es uno de los aciertos, que te muestra la fragilidad, te recrimina en la cara, momento a momento hacia donde nos dirigimos y como nuestro tiempo es absoluto, es uno mismo, pero vivido de distintas formas.
El personaje de Jessica Tandy como Miss Daisy nos muestra esa grandeza frágil, la potente pugna de las apariencias y la humanidad, con Miss Daisy surgimos como en un plano de hastío existencial, dándole un sentido pesimista a todo lo que nos rodea, Miss Daisy asombra con su desagrado y desconfianza por todos y todos, no lo disimula ni se avergüenza, pero hasta en su profundidad mental y conciencia humana, en contradicción con el personaje de Morgan Freeman, como Hoke, que es su opositor en carácter, carisma, optimismo y humildad.
Así como en la teoría del Ying y del Yang los opuestos se complementan, de ellos se desprende entonces esa concordancia, a pesar de los intentos por no acercarse emotivamente hacia su chófer, debido a que aún radica un fuerte odio racial, por el color de piel de su chófer, los prejuicios morales de Miss Daysi sobresalen y la llevan al grado de desconfiar ciegamente de Hoke, hasta que en un giro trascendental, Hoke nos da una lección de humanidad y humildad.
La cinta avanza con naturalidad poética; vemos como se transforman los personajes en su intimidad confusa y casi perfecta; entre pasillos helados, oscuridad y aislamiento; que al final lleva a ambos a encontrar su propio lugar por ese destino afortunado de juntarlos, sin que obre en ellos ninguna intención sexual; y es donde me maravilla, la claridad y paciencia con que Beresford nos va llevando la historia; encontrando los giros exactos, que nos mantienen emocionados, absortos, admirados y con el corazón en la mano.
La catársis
“Driving Miss Daisy” es una película que no deja indiferente; es transformadora, emotiva, brillante y vibrante; las actuaciones son cálidas; que llevan por senderos de emociones que cambian, retroceden, avanzan, mueven, como el propio tiempo que es el principal protagonista, la quietud y su quiebre.
La cinta es un himno a la amistad, al tiempo, a la grandeza, a la humanidad; y culmina con un final glorioso, de los finales más hermosos que he visto.
La escena final, es la culminación emocional, narrativa y expositiva de esta obra magistral de emotividad; nos avasalla con su sentimiento; nos arrolla con su entusiasmo; nos grita vivir; nos despedaza para levantarnos con la claridad; nos insulta, como insultan a Hoke para darnos la mano; nos apoyamos; pero principalmente, el paso de los años no daña, fortalece, robustece, engrandece; y siempre habrá alguien que te alimente con tu pay de calabaza, cuando ya no tengas fuerzas para recordar cómo se usan los cubiertos.