El mundo de la cultura está de celebración: el reggae es declarado como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, la razón de ello es por “su aportación a la reflexión internacional sobre cuestiones como la injusticia, la resistencia, el amor y la condición humana pone de relieve la fuerza intelectual, sociopolítica, espiritual y sensual de este elemento del patrimonio cultural”, además porque “conserva intactas toda una serie de funciones sociales básicas de la música-vehículo de opiniones sociales, práctica catártica y loa religiosa, y sigue siendo un medio de expresión cultural del conjunto de la población jamaicana”.
Este género musical nace en Jamaica en la segunda mitad de los años sesenta que se distingue por tener un ritmo más lento y una menor intervención de los instrumentos de viento a diferencia de sus antecesores: el ska y el rocksteady.
Lo que hace especial al reggae es que nace en un contexto político y social bastante marcado, ya que recién se habían independizado de Gran Bretaña (1962), había una creciente desigualdad socioeconómica y mucha represión. Esta vertiente musical llega a representar la ideología particular de los guetos de West Kingston. Tampoco podemos olvidar mencionar que diversas canciones hicieron énfasis a las batallas entre las gangas políticas del Partido Nacional del Pueblo y el Partido Laborista de Jamaica.
Según estudiosos del tema, la música reggae “fue en todos los sentidos un barómetro social de la vida en el país al igual que un testimonio histórico de su pasado y del mismísimo presente”.
Su influencia es bastante significativa ya que ha sido inspiración para varios artistas del Caribe, Europa, África y el cono norte. Nelly Stharre (Dominica), Cultura Profética (Puerto Rico) Edson Gomes (Brasil), entre otros, se han destacado por reproducir este género.
El reggae no es Bob Marley o Inner Circle, el reggae es una expresión cultural que se volvió global, una expresión viva que va en contra de la represión y el inconformismo.