Todos recordamos la frase “Hollywood, La Raza y varios más…” cuando se anunciaban las películas de estreno.
¡Ah, los cines de antaño! ¿Quién no recuerda con nostalgia esas tardes o mañanas mágicas en las que ir al cine era lo máximo? ¡Era el plan perfecto para pasarla genial!
En los setenta y ochenta, ir al cine era toda una ceremonia, ya fuera con la familia o con amigos. Y no importaba el cine que eligieras, porque todos eran gigantes, cómodos y con un escenario espectacular donde podías correr, saltar y dar vueltas antes de que empezara la peli.
Era un día de felicidad en compañía de quien fuera: familia, amigos, ¡o hasta la pareja!
Los cines estaban por todas partes. En plena Reforma, te encontrabas con cines como el Diana, el Paris, el Chapultepec, el Roble, el Paseo o el Latino, ¡todos con más de 4,000 butacas! Ahí veías los estrenos de verdad, porque eran cines de calidad.
Antes de que se me olvide, déjenme decirles que había diferentes horarios para ver las películas: matiné los domingos si querías empezar temprano, y también existía la permanencia voluntaria, que te permitía quedarte a la siguiente función si habías llegado tarde o simplemente querías ver la peli otra vez.
Siguiendo con los cines, en San Cosme, en la colonia San Rafael, había varios cines, aunque ahora algunos ya no existen. Ahí estaba el Opera, un cine enorme, y también estaba el Cosmos, que ahora lo están remodelando para convertirlo en un centro cultural.
Los cines eran muchos, y por todos lados, en pleno Paseo de la Reforma, podías encontrarte con: el cine Diana, Paris, Chapultepec, El Roble, Paseo, Latino, por ejemplo; grandes cines, con más de 4,000 butacas, ahí ibas a ver los estrenos, pues eran cines de calidad.
Antes de que se me pase, te explico los diferentes horarios para ver las películas; habia matiné por si querías ir temprano, esto era por lo regular los domingos y también existía lo que era el termino de permanencia voluntaria, así es, podías quedarte a la siguiente función, era la misma película, pero esto era por si habías llegado tarde y te habías perdido del principio, o si de plano querías volver a ver la película.
También había otro cine, el Tlacopan, que después cambió su nombre a Rosas Priego. Y si nos vamos al Centro Histórico, encontrábamos dos grandes cines: el Palacio Chino y el Real Cinema. Eran cines grandiosos, ¡el Palacio Chino parecía un auténtico palacio chino con pagodas y letras en colores vistosos! El Real Cinema y el cine Arcadia estaban por el mismo rumbo.
En los estrenos, las colas eran enormes, ¡había que armarse de paciencia para poder entrar! Pero valía la pena, porque ver un estreno era toda una experiencia.
También estaba el cine Alameda, justo enfrente de ella, pero ahora es un edificio vacío y en ruinas.
Estos son algunos de los viejos cines, pero seguramente ustedes recuerdan muchos más. Ahora los cines grandes se han dividido en pequeñas salas por los grandes consorcios, pero nada nos quita esos recuerdos inolvidables de cuando íbamos al cine y nos divertíamos como enanos.
Hoy la experiencia de ir al cine es completamente distinta, se pasó de inmuebles históricos a complejos con avanzadas tecnologías de audio, video y donde hasta se meven las butacas, hay corrientes de aire y muchas cosas para dar una experiencia más realista.
Te invito a ver el programa de Looking Back donde precisamente platicamos sobre cómo cambió la forma de ver el cine.