Cuando se habla de autos superdeportivos, las primeras marcas que vienen a la mente, sin duda, son Ferrari y Lamborghini.
Ambas son italianas, una de Maranello y la otra de Bolonia, y han creado los autos más llamativos y potentes del planeta.
Ferrari
La historia de Ferrari comienza en las pistas de carreras. En 1923, Enzo Ferrari abandonó sus sueños de ser piloto para la escudería Alfa Romeo, ya que carecía de habilidades de conducción.
Fue entonces cuando decidió fundar su propia escudería. Sin embargo, tuvieron que pasar muchos, muchos años para que Enzo pudiera ver su sueño hecho realidad.
Después de su debut en las pistas de carrera, Il Cavallino Rampante decidió crear en 1947 su primer modelo comercial, el cual fue un éxito, ya que llegó a producir hasta 200 vehículos al año.
Lamborghini
Lamborghini, por su parte, tiene una historia mucho más joven como fabricante de autos deportivos.
Originalmente, su fundador y experto en mecánica, Ferruccio Lamborghini, era dueño de un emporio de tractores y se dedicaba de lleno a las granjas.
La historia cuenta que al joven empresario le gustaba coleccionar autos de lujo, como Maserati, Alfa Romeo, Rolls Royce y, desde luego, Ferrari.
Un día, uno de sus Ferrari se descompuso y, aunque él mismo lo reparó, fue al taller de Enzo para reclamarle que sus autos fallaban todo el tiempo. Ante esto, Ferrari le contestó que un fabricante de tractores nunca podría entender un auto de la categoría de un Ferrari.
Ferruccio Lamborghini le juró que haría el superdeportivo más increíble de todos los tiempos. Fue así como creó el 350 GTV y como comenzó la gran rivalidad de las dos marcas.
Durante los años, ambos fabricantes han sido víctimas de los altibajos económicos de la industria automotriz, pero sin duda, la mejor época de esta rivalidad ocurrió durante los años 80.
En aquella década, Lamborghini fabricaba autos legendarios como el Countach y el Diablo.
Mientras que Ferrari tenía el F40 y el Testarossa.
Aunque para muchos la rivalidad entre ambas marcas acabó hace tiempo, lo cierto es que es inevitable tomar una postura a favor de alguno.