“Susana (Demonio y Carne)” es una película de 1951, del cine clásico mexicano también llamada época de oro, escrita y dirigida por Luis Buñuel. Basado en un texto de Manuel Reachi, Buñuel vuelve a un cine más convencional, aunque con una profundidad casi bíblica. Considerada entre las 100 mejores películas del cine mexicano.
Aquí la lista de las 100 mejores películas del cine mexicano, según la revista “Somos”, número 100 del año 1994.
Sinopsis
Susana (Rosita Quintana) escapa del reformatorio donde estaba encerrada y llega a la hacienda de Don Guadalupe (Fernando Soler).
Allí es recibida como un miembro más de la familia por Doña Carmen (Matilde Palou), su hijo Alberto (Luis López Somoza), la sirvienta Felisa (María Gentil Acros) y el caporal Jesús (Victor Manuel Mendoza).
Repuesta de sus heridas, la paz de esta familia católica se verá amenazada por la joven, que introduce la tentación en su seno.
Sus coqueteos y falsa inocencia encenderán la pasión de los varones de la hacienda, sembrando la discordia entre ellos y llevándolos a cometer locuras con tal de obtener sus caricias.
Mito bíblico, tentación y caída
Susana, el personaje de Rosita Quintana, se presenta como el pecado, la tentación y la caída. Así como en el Génesis bíblico que relata la caída de Adán y Eva a la tentación del mal.
Para Gilles Deleuze, Susana representa el deterioro y el caos.
Como lo señala Luis Buñuel en una entrevista: Susana aparece rodeada de un mundo subterráneo y su irrupción en la Hacienda de Don Guadalupe emerge como un elemento transgresor.
“Ella es deseo de desarticular un medio, de buscar un nuevo medio donde explorar, un nuevo medio para desarticular, contentándose tanto mejor con lo que este medio presenta, por bajo, repelente o repugnante que sea.”
Ya que el orden y la bondad como principal característica de la familia parece amenazada por la aparición de Susana. A pesar de una jerarquía definida y fuerte, ésta también se va diluyendo a causa de la influencia negativa de Susana.
Así la introducción de Susana en primer plano, presagia el infortunio, la caída de lo terrenal, el deseo y la tentación.
Como un personaje bíblico que trae consigo la culpa, el pecado y la lujuria.
Un relato surrealista
“Susana (Demonio y Carne)” es una cinta que entra en la categoría de cine surrealista, debido a los elementos deliberados de erotismo lírico, la fantasía onírica y los principios estéticos y morales.
Luis Buñuel trajo con esta cinta una reversión del melodrama, con elementos rurales y surrealista; proponía a través de esta fábula moral cómo el deseo puede ser una fuerza liberadora.
Susana es el conducto hacia ese deseo, la caída a la tentación en un ambiente de pulcritud y moralidad incorruptible. Un orde jerárquico amenazado por una fuerza caótica externa que llega hasta el centro e implosiona todo.
Una estructura narrativa que Buñuel disfrutaba, como lo haría en “Viridiana” y en “Los Olvidados”.
Los de abajo se rebelan contra los de arriba y quiebran ese frágil equilibrio de poderes.
Luis Buñuel explora en “Susana (Demonio y Carne)“ como si se tratara de una pesadilla, que se muestra claramente en un diálogo de Doña Carmen. La distorsión de la realidad con la brevedad de un cuento tenebroso, la tentación ante una joven mujer que representa Susana, como si se tratara de un demonio.
Es la perdición, el amour fou que Buñuel gusta elaborar a través de la narrativa rural y un contexto familiar tradicional. Es el personaje femenino como una pulsión erótica que desmenuza la moralidad y las represiones emocionales, como más tarde lo haría en “Viridiana”.
El amour fou: vicio y virtud
La mujer se presenta ante los hombre como un deseo permanente, limitado, prohibitivo, no es un amor puro, sino un deseo obsesivo de poseer lo que no se tiene.
El proceso de conquista para poseer a Susana, es diverso y variado, pero a su vez la propia Susana juega a la seducción desde su fragilidad aparentemente.
Pues aun con sus falsas virtudes los hombres de la hacienda ven en ella toda una virtud poseerla y venerarla, desatando una lucha por su conquista.
Similar a lo que ocurre en “Troya”, cómo Helena desatada una guerra por su conquista.
Luis Buñuel gusta de tocar esos temas en sus películas, de jugar con la moralidad, con la dominación, la estructura jerarquizada y exponer como esa estructura puede corromperse ante la banalidad del ser humano.
Un concepto filosófico y psicológico que aplicaba el director a lo largo de sus cintas a través de personajes comunes, acaecidos por un sentimiento irracional o un sentimiento poderoso.
Ante un devastado ambiente, por el caos de una pasión desmedida, que viene a corromper hasta el más virtuoso de los personajes centrales.
Ya en la guerra se incorpora de nuevo la lucha de las virtudes contra los vicios, y un final que parece desesperado, pero Buñuel encuentra en su epílogo una especie de redención o expiación.
Atañe al olvido, a ese despertar onírico y surrealista, que todo final puede considerarse un nuevo principio. A pesar de la devastación y la guerra, puede recomponerse el orden cuando se extirpa el vicio y triunfa la virtud.