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Un, dos, tres por mí y por todos mis compañeros

Quién no jugó afuera de su casa, con todos los vecinos, en la noche, y sin ningún problema de inseguridad; obviamente, hablo de la década de los ochenta, donde todos nos divertíamos jugando, corriendo y brincando.

Hacia esa época había una infinidad enorme de juegos, tanto para hombres como para mujeres. Hablaremos de algunos de ellos, en ésta ocasión, quizá me falte alguno pero sé que está en la mente de todos ustedes.

Era necesario que fueran más de dos para poder jugar a las escondidas, a las trais, a los encantados, al bote pateado, a la cuerda, al resorte, a las cazuelas, a las cebollitas, al burro tamalado, al burro diez y seis, etc.

Ya por la tarde, a veces en la noche, te juntabas con toda la palomilla, como se le decía, que eran todos tus vecinos, más o menos todos de la edad, para salir a jugar afuera del edificio, de la casa o del con dominio, en la calle.

En ocasiones salía algún hermano más grande o el papá o la mamá de alguno de tus amigos, o la tuya, para que fuera quien cuidara de todos.

Foto: Love portrait and love the world.

Podías correr, saltar, gritar, te divertías como nunca, la pasabas súper bien y disfrutabas del juego y de la compañía.

Los juegos; en ocasiones de mujeres, otras de hombres, y muchas más de forma conjunta, y eran esos los que más nos divertían, con los que pasábamos horas enteras, hasta que el grito de mamá nos metiera, porque ya había que bañarse, cenar o prepararse para el siguiente día.

Estos juegos que hoy quisiéramos volver a jugar; como las trais o los encantados, que era correr y correr por toda la calle, para que no te tocaran y entonces seguir disfrutando.

Las escondidas, donde te divertías enormemente, y si eras el último te tocaba salvarte y salvar a todos tus compañeros, dando un grito, que decía: un, dos, tres por mí y por todos mis compañeros.

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Foto: Yamtono Sardi.

El bote pateado o el cinturón escondido, que funcionaban casi de la misma forma; tratándose de esconder uno para después también salvarse y salvar a los demás, y si fuera cinturón, que no te golpearan con él.

Las coleadas, que si no te agarrabas, podías caer, dependía que tan fuerte iba la misma coleada.

Y si tus juegos eran por separado; en el caso de las niñas podía ser el clásico resorte, en el que saltando se pasaban horas y horas, o el avión, aunque luego si intervenían los niños.

Y había uno más para ellas, la cuerda, donde también era saltarla y hacer algunas otras suertes.

Un dos tres por mí
Foto: Stock Planets.

Y para los niños estaban otro tipo de juegos, un poco más rudos, se decía. Como el burro diez y seis o el burro tamalada, donde recibías uno que otro golpe o una caída.

Los caballazos, que también era algo agresivo, ya que el objetivo era derribar al contrincante que estaba trepado en otro, montado en él.

Pero también los había tranquilos; como, el juego de las canicas, en el que había que meter una de ellas a un hoyito y desde ahí poder darle chiras pelas a las demás y así ganar el juego.

Hasta nombre tenían estas canicas; las había agüitas, bombochas, tréboles, etc.

Un dos tres por mí
Foto: Stefa Nikolic.

¿Recuerdan haber jugado stop?

Un juego donde se dibujaba un círculo y se dividía en países, estados, nombres, colores, figuras, etc., lo que tú quisieras y entonces se cantaba o se recitaba algo así: “declaro la guerra en contra de mi peor enemigo que es…” y entonces corrías lo más lejos que s e pudiera para que no adivinaran a cuantos pasos estabas del que le había tocado, y él tenía que adivinar cuantos pasos había entre los dos y si eran pasos chicos, medianos o grandes.

Tantos juegos que había y tanta diversión, que con el tiempo y con la tecnología se han ido perdiendo, ahora, puedes jugar desde la comodidad de tu casa, así es, sin salir y sin moverte, en fin, eran otros tiempos.

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