Se debe tener en claro que todos somos iguales ante la ley, que todos gozamos de derechos y deberes, y que las leyes nunca deben ser letra muerta.
La libertad, las libertades –que nunca deben confundirse con ‘libertinaje’- es inherente al ser humano; y es que nadie puede decirte lo que debes ser, en lo que debes creer, como así mismo tampoco debe imponerse ideologías al otro; porque la libertad de cada quien termina donde comienza la del otro.
A través de la historia, cambiante, inspiradora y violenta, vemos cómo la revolución y ese grito de llamado a la ‘libertad’, ha hecho que se transforme las leyes, las normas y por qué no decirlo, la moral.
Todo lo que suena y es diferente, es condenado al ostracismo, a la discriminación, a la condena social.
Hoy que se celebra el orgullo LGBTI+, hay que recordar un hecho de vital importancia que no tiene nada que ver con las marchas que a veces suelen perder el contexto para que las personas comprendan de qué se trata tal orgullo.
Hace años, se presentó el disturbio en Stonewall, catalogado como uno de los eventos importantes para esta comunidad. El 28 de junio de 1969, mientras el caos y la represión reinaba, una tiza en vez de un ladrillo, reescribiría una vez más la historia: Tomorrow night Stonewall/Mañana por la noche en Stonewall. Una frase simple que fue de la resistencia al comienzo de la reivindicación de los derechos sexuales.
En aquella época, ser un homosexual, prácticamente era un crímen, un crímen contra la naturaleza. Lo que significaba no poder ejercer ciertas profesiones, perder el empleo y ser juzgado por sentir ‘diferente’.
Stonewall se convirtió en un santuario donde podías expresarte sin miedo; un santuario profanado por la ley y la doble moral. Si bien es cierto que aún falta en cuestión de equidad e igualdad, cabe recordar, que somos dueños de nuestra sexualidad.