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La cena de Navidad

Toda la familia reunida para celebrar la noche buena, disfrutando de la cena de Navidad; los papás, tíos, primos, hermanos, sobrinos y algunos otros invitados se reúnen para festejar con gran gusto y júbilo una noche especial.

La celebración empieza organizando todo, finalizando la decoración, poniendo la mesa y todos esos detalles; la cena de Navidad y los regalos eran labores de los grandes; por cierto, conforme se iban poniendo los regalos bajo el árbol, van creciendo las ansias de los niños por saber de qué se trata.

Desde los días anteriores ya estabas nervioso por saber a quién le habías tocado y quién sería el que te iba a dar ese regalo que con gusto esperabas, en eso del llamado regalo sorpresa. No olvidemos que antes eran regalos de todos para todos, pero la crisis nos obligó a recurrir a los intercambios.

Ya por la noche, mientras los grandes siguen con los preparativos, los niños ya se ponían a jugar. aí estábamos, entre hermanos y primos, jugando, corriendo, saltando, de un lado a otro.

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Nacimiento del Convento de la Inmaculada Concepción en San Miguel de Allende. Foto: bpperry, 2014.

Oíamos el ruido de la plática, de las risas, del movimiento de los vasos, y una que otra vez nos gritaban y nos decían: “¿Qué hacen?, ¿Dónde están?, ¡No se vayan lejos!.

Nosotros éramos felices jugando, no siempre lo hacíamos en familia, y esta era la oportunidad, de ir y venir, de divertirnos como nunca, antes de que la cena llegara, pues se nos acababa el tiempo para el juego y había que comer juntos en familia.

Llegaba la hora de la cena, de comer todo lo que habían traído, y era variado, entre Romeritos, Bacalao, Pavo, Pierna, ensalada de manzana. Obviamente, como niños, pues es difícil que comas de todo, siempre habrá algo que no te guste.

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Foto: Antonio Díaz.

¿No comer de todo? ¡Ja! Ese era un reto para las mamás de antes, que hacían que te comieras todo, aunque no te gustara, sí lo recuerdan, ¿verdad?

Después de la cena, venía lo bueno, el brindis y el intercambio de los regalos, mismos que se encontraban debajo del árbol de Navidad, todos se veían tan bonitos que querías que no se abrieran o que por lo menos te tocara el más grande.

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Abriendo los regalos de Navidad. Foto: Orbon Alija.

Por supuesto que, cuando éramos niños, preferíamos que el regalo fuera un juguete y no ropa, de niños siempre nos gustan más los juguetes. Y ahora, ya vendría la hora de saber quién era el que te iba a regalar, rogando que fuera benevolente y que el regalo fuera bueno.

Después de los regalos viene el brindis, en el que todos dicen algo; bendiciendo, dando buenos deseos, prometiendo, y sobre todo comprometiéndose que serán mejores para el próximo año, al final nos toca a nosotros, a los niños, donde también prometemos portarnos bien durante todo el año. Claro que de niños brindábamos con refresco o ponche; la sidra, vino u otra bebida con alcohol era para los adultos.

Después de eso, seguía la fiesta en la sala de la casa; por supuesto que los niños se divertían con los juguetes recibidos, mientras que los adultos le entraban al bailongo, a veces hasta muy entrada la madrugada, luego las familias se iban marchando a sus respectivas casas, aunque en ocasiones se quedaban y era un tiradero de familiares dormidos en las camas, sillones y hasta en el piso. A la mañana siguiente, era momento de disfrutar del recalentado que, no sabemos porqué, pero como que sabe más rico.

Así terminaba la fiesta pero no por mucho tiempo, pues una semana después se venía el año nuevo, otro excelente motivo para volver a reunirse en familia.

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