De niños a todos nos encantaba disfrutar de los juegos del parque, como los columpios y resbaladillas.
¡Ay, los juegos del parque! Quién no recuerda la emoción de balancearte en el columpio como si fueras un péndulo loco o deslizarte a toda velocidad en la resbaladilla, como si no hubiera mañana.
Pero no solo esos dos juegos eran los reyes del parque, había de todo: sube y baja, volantines, pasamanos, esferas para escalar, juegos de metal que te hacían dar vueltas y vueltas hasta marearte.
La diversión era interminable, hasta que llegaba el momento temido: la llamada de mamá o de algún hermano mayor que te obligaba a volver a casa y dejar atrás todo ese jolgorio.
Ir al parque podía ser cualquier día, en cualquier momento, siempre y cuando el que te llevara estuviera de buen humor y se dejara convencer. Pero la verdadera fiesta era cuando ibas con tus amigos, vecinos o familia, podías subirte, trepar, correr, saltar juntos sin preocuparte por el tiempo ni por el cansancio.
¡Los columpios eran los reyes de los juegos del parque! Siempre que alguien proponía ir al parque, la respuesta era: “¡vamos a los columpios!”. Y no era para menos, había mil formas de columpiarte: sentado, parado, con un amigo o sin compañía, que te empujaran o que te balancearas suave o salvajemente, hasta tocar el cielo con las manos.
No había nada como la sensación de estar en el aire, flotando en el espacio, sintiendo la brisa en la cara y el corazón palpitando de emoción. Y si estabas con tus amigos, era aún mejor: competían por quién se columpiaba más alto o quién llegaba más lejos en cada vaivén.
¿Sabías que los columpios tienen una historia milenaria? Resulta que los griegos ya se daban un buen columpión cientos de años atrás. Sí, ¡has leído bien! Se encontró una escultura de terracota de una mujer columpiándose en Hagia Triada, que data del período del Nuevo Palacio Tardío (1450-1300 a. C.). ¡Y pensar que nosotros creíamos que los columpios eran una invención moderna!
¡Ay, las resbaladillas! ¡Qué recuerdos tan divertidos! Siempre había una en el parque, y no importaba cuánto tiempo tuvieras que esperar en la fila, porque cuando te tocaba subir, era pura felicidad.
Claro, a veces había alguna en mal estado, pero ¿qué niño se resistía a probarla? ¡Incluso era parte de la aventura! Y si estaba mojada y tú también acababas mojado, no importaba, te dabas unas cuantas vueltas y listo, como si nada hubiera pasado, aunque cuando llegabas a casa, se daban cuenta, pues los pantalones los traías con una mancha que te delataba.
Y las acrobacias que podías hacer, ¡era increíble! Bajarte de frente, parado, acostado, en bola, ¡haciendo un trenecito! Y cuando llegabas a casa, por más que trataras de disimularlo, tus pantalones siempre delataban que habías pasado una tarde llena de diversión en el parque.
¡Y qué decir del sube y baja! Era el juego perfecto para compartir con un amigo. Uno subía, el otro bajaba, y así sucesivamente. Aunque había algunos desalmados que te dejaban caer de golpe y te daban un azotón. ¡Ay, esos recuerdos!
Y luego estaban los volantines, que te hacían dar vueltas y más vueltas hasta marearte. Pero valía la pena, porque al final te reías de ti mismo.
Pero lo que más extraño son los pasamanos. Había de todos los tamaños, colores y en diferentes estados, pero siempre eran el lugar perfecto para hacer ejercicio. Y lo mejor de todo es que todos estos juegos eran gratis, ¡no tenías que pagar ni un centavo!
Es triste pensar que hoy en día hay menos parques y que algunos de esos juegos ya no existen. Pero si todavía puedes encontrar alguno, ¡consérvalo! Enséñale a tus hijos lo divertido que era ser niño y pasar horas jugando al aire libre.
¡Qué divertido era! No importaba el clima, siempre estábamos ahí con nuestra energía al tope, listos para correr, gritar y jugar como si no hubiera un mañana. ¡Qué tiempos aquellos! Ahora somos grandes y nos toca pagar impuestos en lugar de subirnos a las estructuras de metal. ¡Qué aburrido!
Si quieres continuar el viaje a la niñez, échale un ojo al programa donde platicamos sobre los juegos de nuestra infancia.