Hay estrenos y estrenos, pero este en particular desató un debate en redes (podría decirse que a nivel nacional) que incluyó opiniones no solo de diversos medios, sino también de organismos estatales y políticos.
La crítica va más allá de lo malo y repetitivo que es; se centra en la lírica. Bueno, del reguetón no se esperan rimas al nivel de Benedetti, Sade o Rimbaud, pero lo que realmente disgustó del nuevo lanzamiento de los que algunos denominan la “élite” del reguetón colombiano es la alusión a la sexualización de una menor de catorce años. Aunque no faltó quien lo justificara diciendo: “lo dice en pasado”, en pasado, presente o futuro no deja de sonar mal y estar mal.
El escándalo aumentó cuando la revista Rolling Stone le dedicó un artículo calificando la canción como desastrosa y decepcionante, además de exponer la contradicción de que, mientras se combate el turismo sexual, esta “canción” parece, de cierta forma, promoverlo.
En algún momento se pensó que el escándalo quedaría ahí, hasta que en su cuenta de X (antes Twitter), el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) se pronunció al respecto, mostrando la gravedad del asunto. Esto va más allá de una letra mal escrita; se trata de un patrón que incita a ciertos comportamientos y refuerza frases como el reiterativo “parecen inocentes, pero no lo son”. La Defensoría del Pueblo también emitió un comunicado rechazando la canción, destacando investigaciones y reportes realizados por la Fiscalía General de la Nación sobre delitos de violencia sexual contra niños y adolescentes.
La polémica no quedó ahí. En recientes noticias, se conoció la propuesta de una congresista para que estos “cantantes” reciban capacitación sobre los derechos de los menores. Esta propuesta aspira a convertirse en proyecto de ley aplicable a cualquier artista que realice contenido inapropiado utilizando referencias a menores de edad.
Es cierto que la mayoría de los géneros musicales tienen canciones que hacen apología a ciertos comportamientos, pero, en la actualidad, casi todos los artistas famosos se consideran “influencers” y hablan de empoderamiento, poder femenino y derechos de género. ¿No es acaso irónico que esas mismas personas, con semejante retórica, hagan una canción de un nivel tan bajo?
En medio de esa ironía, hay quienes los defienden argumentando que esta sociedad es moralista, “mojigata”, puritana, y que, al final del día, la letra no importa tanto porque es “música para bailar”. También es cierto que la educación no se delega, pero eso no justifica que todo sea tan explícito, especialmente cuando los reguetoneros saben que parte de su público es menor de edad.
Tampoco tiene sentido justificarlo desde el punto de vista cultural, porque esto no tiene nada de cultural. La música, o más bien las artes, han sido históricamente una vía de escape de un destino delictivo o un medio para expresar un pasado doloroso mediante rimas y colores, haciendo catarsis para superar traumas.
No es válido comparar la letra de Burbujas de Amor o Fresa Salvaje con la de la “élite” reguetonera actual. En las primeras, hay un buen uso de metáforas; en las segundas, ni siquiera hay un esfuerzo por escribir algo digno.
Algunos dirán que es más importante frenar el reclutamiento forzado, la trata de personas y otros problemas de vulneración de derechos que rechazar una canción, pero cualquier acto que ponga en riesgo a nuestros infantes debe ser motivo de alarma y acción.
Debo decir que no me gusta el reguetón porque lo considero un género mediocre, pero hay que reconocer que ha tenido uno que otro buen exponente que, en su momento, le dio cierto lugar. Por ejemplo, Don Omar, quien tiene canciones interesantes y mezclas bien logradas, como Danza Kuduro, que fue banda sonora de una de las películas de Rápidos y Furiosos, o Dutty Love, que habla de amor y desamor con una letra que no cae en el vulgarismo que últimamente identifica al género.
La canción +57… eso no es talento (ni siquiera lo roza), no es algo para exportar, importar ni reciclar. Como dijeron por ahí: “Cambien el título de esa canción, porque eso no representa al país”.
Sí, hubo carta de disculpas, pronunciamientos de apoyo entre los mismos cantantes y hasta el clásico: “Si no les gusta, no lo escuchen”. Ya saben, reguetoneros… no esperen nada útil de ellos.
La sociedad tiene la responsabilidad de alejar a los infantes de contenidos que acaben con su inocencia y los expongan. Hay que enseñarles, y recordarnos, el sentido crítico: no todo lo que se ve y escucha aporta. Ya es hora de ser más selectivos y de dejar de darle fama a cualquiera que se para frente a un micrófono.