Samhain no tiene nada de diabólico, simplemente era una noche de celebración para los antiguos celtas, era el fin de del verano y la fiesta de bienvenida al año nuevo.
En esta fiesta, se creía que el espíritu de los muertos volvía al mundo de los mortales y encendían grandes hogueras para ahuyentar a los malos espíritus. La costumbre consistía en dejar comida, dulces y encender velas para que las almas encontraran el camino hacia la luz.
Tras la cristianización, la fiesta pagana se convirtió en el día de todos los santos (All Hallow’s Eve, de donde viene el ‘halloween’).
La tradición celta no desaparece del todo, pues los irlandeses la seguían celebrando, a mediados del siglo XVIII, llegan a Estados Unidos con su cultura a bordo, y en vez de nabos, encuentran las calabazas para ahuecar y encender. Allí, la fiesta se mezcla con otras creencias (incluyendo la leyenda de Jack O’Lantern), y nace la tradición de las bromas, contar cuentos de terror.
Y si bien es cierto que en Latinoamérica la connotación tiene matices diferentes con el Día de Los Muertos y El Día Todos los Santos, en el fondo la relación es la misma: “El final y el principio son uno en la rueda del año, al igual que la muerte y el renacimiento, meditemos sobre nuestras ideas y sentimientos sobre este paso que todos habremos de dar”.Algunos catalogan esta fiesta como consumista, opino que no lo es. La ahora fiesta de Halloween se ha convertido en una tradición a nivel mundial que va más allá del disfraz, los dulces y los cuentos de horror, es la tradición de la humanidad que rememora a los que ya no están aquí y que de cierta forma celebra que la mortalidad es solo un paso más en el ciclo de la vida y la muerte.