Explora el significado cultural y religioso del Día de Muertos, Todos los Santos y Fieles Difuntos en una rica fusión de tradición y memoria.
El mes de octubre es uno de los más esperados, además de Navidad, no solo porque a nivel comercial se mueve muy bien, sino que también es una de las festividades que disfrutan tanto niños como adultos.
A veces, o más bien, la mayoría del tiempo, todo se reduce a disfraces, terror, calabazas y dulces, olvidando que es aquí donde nuestras tradiciones, cultura y creencias florecen en una curiosa fusión que ensalza lo colorido y lo solemne.
Es sabido que Halloween es un ritual pagano de otoño celta que existe desde hace más de tres mil años, según un estudio hecho por la Universidad de Oxford (National Geographic).
El 31 de octubre se transforma en algo más con la festividad del Día de los Muertos, que nace en la época prehispánica de la mezcla entre la tradición azteca y el catolicismo, donde se honran a los antepasados y se recuerda nuestra mortalidad. Sin embargo, esta remembranza es colorida y alegre, ya que así se honran a los seres queridos fallecidos. Esta celebración ha traspasado fronteras y ha sido adoptada por algunos países, como Estados Unidos, no solo por los migrantes, sino también por quienes buscan no olvidar a quienes se han ido.
Dentro de nuestras costumbres, que solemos olvidar, también está el Día de Todos los Santos, que se celebra el primero de noviembre. Esta festividad se remonta al siglo IV, instituida por el Papa Gregorio III en honor a todos los mártires y santos no canonizados, así como para reconocer el paso de la muerte a la vida eterna.
Posteriormente, el dos de noviembre se celebra el Día de los Fieles Difuntos, iniciado en el siglo VII de la mano del monje benedictino Odilón de Cluny, en el que se dedican misas, oraciones y limosnas para la purificación de las almas que se encuentran en el purgatorio. Esta festividad fue luego adoptada por toda la Iglesia de rito latino.
Estas fechas tampoco pasan desapercibidas en la literatura. En Don Juan Tenorio, escrito por José Zorrilla, el segundo acto se desarrolla entre el primero y el dos de noviembre en un cementerio. Gustavo Adolfo Bécquer hace lo propio en su libro El monte de las Ánimas: “Dentro de poco sonará la oración en los templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte”.
Que estas fechas dulces y nostálgicas no solo sean de máscaras y horror, sino también de remembranza y oración por quienes ya cruzaron el umbral de la eternidad.