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¡Que Viva la Música!

Andrés Caicedo, caleño, escritor y suicida, escribió uno de los libros más rudos con una historia visceral que trastoca ese desespero de la juventud.

El niño que nadó contra la corriente, el niño observador, el niño triste que amaba a la naturaleza; el amante de las artes, el lector ávido de autores como Edgar Allan Poe, Henry James, Emily Dickinson, escribió de una forma contemporánea y brutal acabando con el mítico realismo mágico, que por años dominó a la literatura colombiana; con un sentido del humor extraño y en ella se puede notar una forma de expresión simple, íntima, con esencia propia.

A pesar de que los críticos aseguraban que carecía de estructura, que tenía un final que no podía gustar, además de que la protagonista mujer narrara su propia historia, este libro logró sobrevivirle, tanto así, que fue traducida a seis idiomas y se volvió referente de la literatura.

Andres Caicedo

La premisa

Ambientada en los años 70, relata la vida de una chica universitaria: María del Carmen Huerta, que gozaba de ciertas comodidades; hasta que un día decide abandonarlo todo y hace de su vida una ‘rumba’, una fiesta que hizo despertar en ella frenesí.

María del Carmen comienza a vivir una vida llena de excesos y desenfreno danzando con la muerte, mostrando la realidad de toda una generación encarnada en un personaje que se transforma de una manera brutal, que va cayendo sin retorno en espiral, vive el día como si fuera el último. Es una muestra del cambio que puede llegar a vivir una persona: generacional, musical, personal, psicológico…

En medio de tantas drogas y sexo, hay dicha porque está la música; la salsa se vuelve aliento y salva, porque al final todo cansa: “Tú enrúmbate y después derrúmbate”. Es ver a Cali con otros ojos, verla de una forma delirante, sin límites, cambiante y salvaje.

“Una canción que no envejece es la decisión universal de que mis errores han sido perdonados” – ¡Que viva la música!

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