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La mujer que siempre vivió en la mente de Elvis

Hablar de Elvis siempre es hablar de laca, baile y rock & roll, pero hablar de la mujer que siempre vivió en su mente es hablar sobre amor.

El nombre Elvis Presley ya significaba algo para muchas personas. Ese hombre que le quitaba el aliento a sus fanáticas tenía planes a futuro un tanto preocupantes para sus fans. Él estaba en su servicio militar y se ausentaba dos años de los escenarios para servir a la nación. Su discográfica ya tenía resguardados un par de temas inéditos para que la ausencia del ídolo no fuera tan resentida.

La mujer que siempre vivió en la mente de Elvis Presley
La boda de Elvis y Priscilla. Foto: Getty Images.

Obviamente, Elvis no era un cabo más en las filas. Era un chico de 18 años con uniforme y talento que tenía que dar para un buen rato. Su servicio lo realizó en Alemania, lugar donde un amigo suyo le presentó a Priscila, una niña de 14 años a quien conoció en una fiesta de un club del ejército al que ella asistía y de quien no tardaría en enamorarse.

Los padres de Priscilla no apoyaban la relación

Los padres de ella no estaban de acuerdo con la relación, como si ellos nunca hubieran tenido 14 y vivido bajo el efecto de las hormonas. Aunque bueno, Priscila aún no era mayor de edad y bien pudieron sacarle dinero al muchacho con una buena demanda, pero nada que no le gustara y todo lo que ella quisiera. Fue por eso que llevaron su relación a escondidas, lo cual no les duraría mucho (seguro los encontraron en plena faena, pero eso nadie lo sabe).

Elvis regresó a su país una vez terminado su servicio. Volvió a su carrera y comenzó a correr el rumor de que andaba de loquillo con Nancy Sinatra. Y aunque eso a muchos no les consta, lo cierto es que todavía mantenía contacto con su amada. Y vaya que la amaba, pues yo no hubiera gastado tanto en llamadas de larga distancia.

Fue hasta entonces que los padres de Priscilla aceptaron que ella se fuera a América, con la condición de que viviera en casa de sus suegros y no con el astro del rock. ¡Ja! Sí, claro, evidentemente esto jamás pasó.

La mujer que siempre vivió en la mente de Elvis Presley
Elvis, Priscilla y Lisa Marie Presley.

Eran tantos los rumores de que Presley tuvo affaires con medio Hollywood, que para que esto no afectara su relación, bajo consejo de todos hacia el rey, el hombre que no creía en el matrimonio le pidió a Priscilla casarse con él.

Tras siete años de novios, Elvis y Priscilla se casaron un 1 de mayo de 1967 en Las Vegas, con una ceremonia íntima que duraría tan solo 8 minutos y a la que no asistirían varios amigos del cantante. Tuvieron una sirenita al año de casados, su nombre, Lisa Marie Presley, quien sería la única descendiente del matrimonio.

La caída del rey

Hablar del divorcio de Elvis es hablar sobre su declive, pues tardó más en construir esa bella historia de amor de lo que tardó en desmoronarse. El matrimonio no duró mucho y producto de las constantes infidelidades por parte de ambos, provocó que los tortolitos se divorciaran en 1973, dejándole al ídolo el corazón roto, un deterioro en su salud, un desinterés en su carrera y una adicción a las drogas que le provocaría tiempo después la muerte.

El legado de Elvis Presley perdura a través de los años, y aunque su vida amorosa estuvo llena de altibajos, siempre habrá una figura que ocupó un lugar especial en su corazón: Priscila. A pesar de los obstáculos y las dificultades que enfrentaron, su amor dejó una marca imborrable en la historia del rock & roll. Aunque el destino les separó, su relación sigue siendo recordada como un símbolo de pasión y complicidad. El rey del rock encontró en Priscila a la mujer que siempre vivió en su mente, y su historia de amor perdurará como una leyenda en el vasto universo de la música y el romance.

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Alberto Perea

Melómano por herencia; bailarín frustrado y con dos pies izquierdos; un vago sin remedio; escritor de dudosa calidad; redactor que olvida comas y acentos; baterista hasta cuatro compases; poetastro (de esos que apestan); cantante de regadera; director de cine y teatro en sus sueños; Pero eso si, a toda madre el vato.

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